Así lo cantaba Carlos Gardel con la letra del ilustre Alfredo La Pera y así lo cantó el Calderón con letra y música del maestro Agüero. ¡Grande Agüero! Muy grande.
El Atleti vuelve a la máxima competición continental, a la que deberíamos estar abonados y en la que no participábamos desde la temporada 1997/98. El guión del partido de ayer volvió a combinar todos los elementos habituales del Aleti moderno: surrealismo, sufrimiento y proeza individual, por desgracia a veces intercambiable por tragedia colectiva.
La aparición del apestado Maniche en el once titular deja claras dos cosas. La primera es que no hay otro centrocampista mejor en la plantilla y la segunda es que Aguirre sabe guardarse el orgullo en pro del pragmatismo. Con la llegada in-extremis de algún refuerzo, ya veremos qué pasará.
El Atleti vapuleó -com muchas comillas- al Schalke en un partido de mucha tensión que los alemanes entregaron desde el inicio. El Atleti se posicionó bien en el campo y durante 25 minutos hasta defendió bien, luego aparecieron las pifias de Perea y Pernía que nos recuerdan permanentemente que este equipo necesita dos laterales mucho más que un medio-punta.
El Atleti jugaba con el corazón (como debe ser en estos partidos) y a los veinte minutos se encontraba con un gol del Kun. Curiosamente, hasta ese momento, el Kun había estado bastante lento y su pareja de baile, Forlán; impreciso. Con el 1-0 el partido entró en una dinámica complicada, como la pelota que bota sobre el aro esperando entrar o salir, el partido jugaba a funambulista en la cuerda floja, cualquier desliz y adiós.
A los cinco minutos de la reanudación, Agüero roba y toca para Forlán que se deshace de dos defensores y cruza a las mallas. El Atleti le daba la vuelta a la eliminatoria y tan sólo cuarenta minutos le separaban del éxito. Poco a poco el equipo se echó atrás, renunció a la pelota y se limitó a defender los réditos, sin duda fueron los momentos más tensos. La mala puntería de los delanteros alemanes y las paradas de Leo mantenían el marcador favorable pero era sólo cuestión de tiempo que el Schalke marcase.
Aguirre venció los nervios y movió el banquillo y cuando más se estaba sufriendo, Agüero se asoció con Luis García y llegó el 3-0 y la tranquilidad. El Kun volvía a hacer un derroche de esfuerzo físico y una exhibición de facultades técnicas y es que el argentino, hoy día, es el mejor jugador del mundo sin exagerar un ápice.
Con el estadio entregado y el Schalke herido de muerte, decidió el Atleti apuntillar. Simao penetraba en el área y fue derribado con ingenuidad, Maxi hacía el cuarto y el Atleti vuelve a ser de champions.